Al relacionarnos con el medio natural gestionamos mejor el estrés de la vida cotidiana. Ver crecer las plantas que con cuidado hemos cultivado nos permite conectar de una manera especial con la naturaleza. La creciente movida de crear una pequeña huerta en las casas urbanas se asocia, sin dudas, a la búsqueda de otra actividad de fluidez en las grandes ciudades.

Solemos elegir actividades de flujo de manera libre, sintiendo que vale la pena realizarlas como un símbolo de nuestra libertad y voluntad. Nos atrae el desempeño de la propia tarea, más allá de su resultado, y todo eso es lo que nos hace entrar en el estado de flujo.

Cultivar nuestro propio jardín es una tarea que reúne todos los requisitos para ser una actividad de flujo: no tiene una dificultad muy grande, de hecho el listón lo podemos marcar nosotros, y además es una tarea con la que siempre estamos expuestos a nuevos aprendizajes.

Por otro lado, los cuidados diarios que esta actividad requiere implican una gran capacidad de observación que nos permite tener metas claras a la vez que nos proporciona una retroalimentación inmediata: cada día que pasa observamos nuevos cambios en las plantas y nuevos desafíos.

La atención que tenemos que prestar en esta tarea implica que aprendamos a base del ensayo- error: Las plantas nos muestran claramente qué necesitan y nuestra energía se centra en conseguir lograr que su crecimiento y floración se desarrolle de la mejor manera posible.

Así pues, al cuidar el jardín podemos llegar a fluir mientras nos centramos en metas claras y alcanzables. Estas metas nos ayudarán, en palabras de Mihaly Csikszentmihalyi (Autor del libro Fluir), a aportar «orden en nuestra conciencia”.

 

Mil razones para empezar en casa!

Cualquier lugar que reuna unas mínimas condiciones puede ser bueno, y nos permite:

  • Alejarnos del absorbente ambiente urbano.
  • Conocer el ciclo de la vida de los vegetales y las relaciones entre los seres vivos que interactúan con ellos.
  • Adquirir un aprendizaje continuo gracias a la observación que tenemos que dedicar a esta actividad y aprender de nuestros propios errores.
  • Reflexionar sobre el origen de los alimentos que consumimos, respetando el tiempo natural de maduración de cada uno y conociendo qué nos trae naturalmente cada estación.
  • Tener mayor responsabilidad como consumidores siendo conscientes del valor de apostar por una agricultura local.

 

Articulo adaptado de La Mente es Maravillosa.