EL AFERRAMIENTO BLOQUEA AQUELLO CUYA NATURALEZA ES FLUIR, APARECER Y DESVANECERSE, CREANDO LAS CONDICIONES DE LA ENFERMEDAD Y ARRAIGANDO LA IGNORANCIA

 

Existe en nuestras psiques una tendencia a aferrarse a las cosas que puede confundirse -erróneamente- con nuestra naturaleza base. Si el flujo de un río es detenido por unos troncos, se formarán remolinos y se estancarán los objetos que llegan a fluir por su cauce; esto generará pestilencia y congestión. Nuestra mente es de alguna manera como ese río -si no conocemos el estado prístino del río (la fluidez) podemos confundir que la naturaleza del río es retener las cosas en su cuerpo de agua. No reconocemos la naturaleza prístina de la mente, que es desplegar fenómenos como el cielo en el que el vuelo de las aves no deja huellas o como un espejo límpido que no se ve afectado por lo que refleja, y pensamos y actuamos conforme a una versión constreñida y burda de la mente.

Esto lo podemos trasladar a nuestra condición actual, en la que generalmente lo que primero nos concierne, antes que buscar la iluminación, es simplemente calmar la mente y lograr una mejor salud. Vivimos en la era de la hiperestimulación. Un hombre hace mil años e incluso uno hace cien años no tenía tantos problemas para tener una mente clara y relajada -sin tantos deseos y apegos- ya que no era constantemente bombardeado por estímulos sensoriales que buscan capturar su atención. En cierta forma la publicidad, el entretenimiento y la tecnología digital son siempre potencial para llenar el tanque de gasolinaNuestras tendencias mentales aflictivas hacen que al entrar en contacto con objetos –los cuales están diseñados con la intención de hacerse desear– nos aferremos a ellos y a las nociones que producen (porque en la sociedad en la que vivimos las cosas que poseemos y las experiencias que vivimos son también formas de solidificar una identidad). Esto siempre ha existido, pero nunca ha sido tan agresivo como ahora.

«Al simplemente observar sin distraerse ni aferrarse -al sólo dejar que los procesos mentales surjan y se disuelvan bajo su propio tenor- con el tiempo los pensamientos burdos y sutiles se desvanecen y se disipan en el espacio de la mente, la conciencia del sustrato…Al no involucrarse con ellos, los pensamientos se volverán, usualmente, cada vez más ligeros. Perderán su poder sobre ti, y desaparecerán. Si no te aferras, la mente por sí sola sanará y se disolverá en el sustrato.»

Alan Wallace en su libro Stilling the Mind (p. 119).


Extracto de  ALEJANDRO MARTÍNEZ GALLARDO. Lee el artículo completo en Pijama Surf.
Twitter del autor: @alepholo